jueves, 7 de octubre de 2010

- ANTIFACES VENECIANOS

     Era perversa hasta en el escote que llevaba aquella tarde, hastiado, cerrado, envolvente, obligando a la imaginación a aquel movimiento osado, abrupto, a crear realidades a partir de mentiras. La tela abrazaba, asumía la piel. Era perversa, siempre lo había pensado.

-Podrías hasta poner de rodillas a una montaña si quisieras- se atrevió a comenzar, sabiendo que era como darle una recortada a un epiléptico.
-Dime qué es lo que estoy haciendo aquí y deja las pantomimas.
-Tengo miles de motivos para odiarte, ¿lo sabes?
-Sí, no es que haya sido una santa. Entiendo que puedas estar enfadado.
-Lo que ocurre es que tengo miedo, Alicia, tengo mucho miedo. Miedo de quedarme ciego, de que un autobús me destroce, de que la reencarnación sea verdad y no haya nada más que un escarabajo pelotero esperándome, de las nubes grises y de los antifaces venecianos.
-Y a que el mechero te queme el dedo, a cortarte el pelo, y a los dentistas. Sé a lo que tienes miedo, me lo repites todos los días. Pero por una vez, por una vez, dime de qué narices tienes miedo ahora y desenfádate de una vez, si quieres.
-De que solo me baste un motivo para despertar cada día.
-Ya estamos otra vez con esas… si tantos motivos para odiarme dices que tienes, recuérdalos cuando golpees el despertador, como ayer, levántate y déjame en paz.

     Era mentira. “Déjame en paz” era mentira. Cuando él tenía cinco años tenía miedo de ser mayor; de convertirse en alguien mayor; de tener que fingir que ya nada le asustaba, que le gustaban los trajes y cómo apretaba su garganta la corbata; tenía miedo de ser como su padre y, ¿qué era ahora? Ahora temía decírselo, Alicia no comprendía; Alicia decía muchas mentiras, incluida aquella. “Déjame en paz” solo podía significar “abrázame fuerte”. Pero cuando un abrazo se disfraza es que o falta valor o sobra vanidad.

-Lo que quiero decir esta vez es distinto. Quiero que sepas que todos los hombres tenemos una batalla pendiente, porque sin eso no somos nada. Que cuando lloramos no lo decimos y cuando lo decimos es mentira. Las guerras más importantes no son las que salen en los periódicos, son las que se libran por dentro y en silencio. Ahora tú eres mi batalla.

     Ella tenía catorce años. Salió llorando de casa después de que su madre la echara a base de meriendas edulcoradas y castigos inútiles. Llamó al tercero y subió. Cerró la puerta con un golpe delicado, pero lo suficientemente fuerte como para que su abuela supiera que estaba ya dentro, se sorbió la nariz en silencio. Olía a macarrones y a sal, a aquel aroma intenso y salado que desprende la piel envejecida, aunque su abuela aún se pintaba los labios para ver las telenovelas y compartía con ella sombras verdosas de ojos sin que su madre lo llegara a saber nunca. “A batallar, pequeña”, le decía siempre, “a batallar mi pequeña”. Tenía que haber decidido morirse a la mañana siguiente, como se mueren los periquitos cuando se les echa de menos. Dejándote sola, dejándote sin. “Raro”, había pensado, “si tenía magdalenas recién hechas”

-¿Por qué me cuentas esto? Quiero decir, qué motivo hay- Alicia, con su abuela latiéndole entre las sienes, había conseguido mostrarse ante él como un gato panza arriba se defiende del elefante.
-Porque es importante, necesitamos luchar para sentirnos vivos. La antítesis es el motivo de nuestra existencia. Sino dime qué sería de Blancanieves sin la bruja de la manzana, a nadie le importaría la historia de otra princesa salvada. A mí me basta saber que existes para pelear, aunque nunca te hubiera conocido sería lo mismo. Necesitaría saber que existes en algún lugar para tener un motivo, mi motivo, para despertar cada día. Solo quería que lo supieras, no espero nada, solo sentirme mejor, porque he tenido la suerte de conocerte, de no vivir con la esperanza de un “tú”, sino de tenerlo antes mis ojos ahora.
-Pero yo no soy ninguna princesa digna de ser salvada, Álex, y lo sabes.
-No se trata de eso, se trata de mí. Se trata de que en ti está mi motivo para pelear.
-¿Y es por eso por lo que tienes miedo? Es que no entiendo Álex, no te entiendo. Es que vienes, y me dices esas cosas, y yo solo quiero dar un paso y tenerte más cerca, y ver cómo me miras, y alborotarte el pelo pero me dices que te enfadas, y me apartas, y entonces me acuerdo, y me entran ganas de llorar, otra vez, Álex, otra vez. Y ya está bien… si ya no sé cómo es estar contigo sin llorar, y es que no es normal y no te entiendo y no sé qué hacer y…

     Bullía por dentro y quería pegarle y gritarle y ponerle las manos frías en el pecho y que él viera, que estaba fría que era fría, y que no había nada que hacer y que la culpa era suya, suya de ella y de nadie más, y no sabía qué hacer, y no quería llorar más. Porque su abuela le decía que llorar era de señoritas y ella había dejado de serlo hacía ya mucho tiempo.

-Si hubiera sabido que lo entenderías no te lo estaría contando, no sería necesario. Por eso dije que no espero que lo entiendas, solo que lo sepas. Porque aunque el tratamiento me esté carbonizando las entrañas, yo sé que puedo con esto. Porque tú estás al final del campo de batalla. El cáncer no tiene porque poner puntos finales, puede ser un punto y seguido. Un “ahora te toca a ti”. Un “vamos campeón, ella te quiere, demuéstrale que tú también”.
- No tienes que pasar por todo esto para demostrarme que me quieres, Álex- ella lo sabía, lo sabía y le daría igual aunque hubiera sido mentira. Aunque hubiera sido mentira que él no roncaba por las noches, aunque hubiera sido mentira que solo se gritaban porque se querían.
-Cuándo entenderás que no se trata de ti. Se trata de que un techo de diez toneladas me aprisiona y de que yo tengo el descaro suficiente como para aguantar el tipo. Soy más fuerte tirado en esta cama que levantando cien kilos con la lengua.
-No se trata de mí, nunca se trata de mí. Ya lo sé, pero no me quiero ir, entérate, que no me quiero ir sin ti.

     Ella se aferraba a los recuerdos que habían tenido para luchar junto a él, no podía imaginar que pudiera haber un mañana en el que a Alex no estuviera para derramar el café sin querer. Por mucho que le pesara aquella no era su lucha y no tenía una espada con la que lanzarse a la arena. Hay momentos en los que el ser humano tiene que sentir la extinción de su vida para afrontarla y nadie puede librar esa batalla por otro. Pero ella lo quería todo, siempre había apostado por todo, por no dejarse nada en el camino. Se compraba las camisetas repetidas de varios colores y le besaba el mismo número de veces en cada mejilla; y si quería un libro se hacía con todos los del autor. Todo. Pero todo era él y ahora se le deshacía a pedazos.

-Quizás el futuro- siguió Alex- me depare algo que me haga saltar de alegría, algo así como una piscina llena de chocolate cada día de la semana, no lo sé. De lo que sí estoy seguro es de que ahora estoy en guerra con la vida. Y ya sabes que no me gusta perder.

     Alicia le miraba como se miran los cuadros abstractos de las consultas médicas. Se acercó y le dio un beso en la punta de la nariz. Haría magdalenas. Con magdalenas recién hechas todo acababa bien.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Pasaba por aquí

Me muero por empezar de nuevo. Pero me muero más aún por terminar definitivamente.


(Que es que no me sé manejar con esta plantilla tan guapa, y me distraigo con los ojos tristes del perrito, y releyendo los textos de Lázaro, que no sé cómo lo hace pero por mucho que lo lees nunca es suficiente. Y tengo que pedirle por favor un par de clases para hacerme con esto, que digo yo que el blog, el proyecto que algún día fue, la idea... llámalo como quieras, no se merece caer en un pseudo-olvido seguramente más doloroso que un olvido en condiciones... y no, que no se lo merece. Así que aquí estamos.)


viernes, 25 de diciembre de 2009

-We Wish You


“Que no digo que no me importe, no me malinterpretes, sólo digo que no tiene la importancia que quieren darle, quiero decir, ya sabes, un niño que se muere de hambre en Etiopía el 25 de Diciembre no está bien, para nada, pero, a quién va a importarle, me entiendes, sí, porque a ver, al fin y al cabo el árbol está lleno y Papá Noel sigue gordo. Y tú, en fin, tú eres tú, con tus nike y tus phoskitos , sabes lo que quiero decir, qué mas da”.
¿Qué le dirías a Obama si lo tuvieras delante ahora mismo, que es Navidad?

Alex, 23 años: Yes, we can.
Rosa, 21 años: No sé, algo como que me cae bien, pero que su país es una mierda, ¿no?
Eduardo, 14 años: Que qué pasa con Irak, ¿hay guerra todavía allí?
Miranda, 19 años:  Bua, déjame en paz, no tengo ganas de pensar.
Inés, 12 años: ¿Es el que mató la mosca en la tele? Fue gracioso.
Javier, 13 años: Calla Inés, no tienes ni idea, no la hagas caso, yo le diría que no tenía que haberse dejado fotografiar  con las hijas de ZP.
Alfonso, 42 años: Estados Unidos necesita un Obama, el mundo necesita un héroe.

“A ver, y si te digo la verdad, no me cambiaría por él, menudo marrón tiene encima, le dan el nobel sin haber hecho nada por la paz más que guerra. No sé si me explico, él dijo que la guerra a veces es necesaria para conseguir la paz, pero eso es querer silencio a tiros, un muerto no puede quejarse, no puede replicar, pero haberlo matado para lograr ese silencio no está bien. El fin justifica los medios, a veces, con la paz no, la guerra no es medio para lograr el fin, la paz. Pero el nobel, a él. No me gusta, la verdad, es injusto, el párroco de mi barrio merece la Luna envuelta en papel albal si él recibe el nobel, sabes lo que quiero decir, ¿no?”

¿Te gustan las navidades?

Alfredo, 27 años: Me gustaban más cuando era niño, ahora son un apuro para el bolsillo.
Adolfo, 21 años: Sí, a ver, no están mal, me gustan, lo de que en el Corte Inglés empiecen a finales de octubre ya no tanto, pero la Navidad está guay, hay regalos y cenas en familia.
Isabel, 22 años: Sí, no voy a clase, hay luces y frío, molan.
Inés, 12 años: ¡Claro! Vienen mis abuelos y traen muchos regalos y hay mucho dulce en casa.
Fidalgo, 35 años: No demasiado, prefiero las vacaciones de verano, pero son vacaciones al fin y al cabo, a nadie le amarga un dulce, así que sí, no es que no me gusten, no me disgustan, eso es.

“Estudié toda la vida en colegios de curas y monjas, ¿sabes?, y las navidades eran la celebración del cumpleaños de Cristo, así que teníamos cosas religiosas que hacer, como ir a misa y cosas así, no me gustaba nada, la misa en sí, pero las Navidades sí, mis padres me obligaban a rezar todas las noches, hablar con Dios y con Cristo como decían ellos, y si celebramos el cumpleaños de cualquiera de la clase, por qué no de Jesús con quién compartía un rato cada día, ¿no?. Pero los ateos, no es que me meta con ellos, que en su derecho están de no creer en nada, pero, es una fiesta religiosa, sabes lo que quiero decir, entonces, ellos, con el tiempo, han logrado que se les reconozca como fiesta. Es decir, que ha pasado de ser una fiesta confesional a una fiesta comercial para todos. No está bien, joder, no, que no es que quiera las navidades para los creyentes sólo, no, cuantos más de vacaciones mejor, pero es que luego se ríen de mí por ir a misa, coño, y tienen la cara de disfrutar de las vacaciones de navidad como yo. No, no es justo. Debería ser de otra manera, tener su propia fiesta atea, o yo que sé”

¿Te consideras a ti mismo una persona tolerante?

Miguel, 19 años: sí, soy tolerante, claro, mientras me respeten.
Asunción, 26 años: Sí, soy tolerante, o por lo menos lo intento.
Julio, 14 años: Sí, sí, me gusta que los demás sean tolerantes conmigo, así que lo soy.
Cristina, 11 años: Sí, claro que sí, ¿no?
Víctor, 20 años: Sí, sí, siempre y cuando lo sean conmigo.

“No, mierda, no soy tolerante, y me gusta que lo sean conmigo, pero es que no lo soy por mucho que me esfuerce. Ser tolerante significa aceptar las cosas y pensamientos de los demás aunque sean contrarias a los míos, y eso está bien. Pero es que ser tolerante hoy en día no es eso, la tolerancia se confunde con la pasividad, y yo no soy así. Porque si una mujer es golpeada por su marido en su casa, y yo no lo sé, ¿lo tolero porque lo desconozco?, ¿o lo permito porque no me preocupo en conocerlo?, no, si eso es ser tolerante no soy tolerante. Porque me gustaría que el teléfono del maltrato fuera mi número de móvil e ir allí donde esté ese hombre y romperle la mandíbula con un pisapapeles.  ¿Es eso ser tolerante? No, pero no puedo ser pasivo ante ello. No me sale. Vale, que sí, que estoy pecando de demagogia, que la tolerancia en supuestos así no existe, pero, entonces, ¿por qué existen esos supuestos? Porque los permitimos, porque sí, porque somos sociedad, y como sociedad somos colectividad, y mientras algo no atente contra nosotros, ahí estamos, dejándolo coexistir con nuestra sociedad. No, mierda, no soy tolerante. Si no piensas como yo no me gustas, si piensas como yo tampoco, para eso ya estoy yo, no me explico, ya lo sé, pero es que, es Navidad, y ese niño etíope se muere, y yo no quiero tolerarlo, pero qué puedo hacer, si lo único que hago es sentarme a jugar a la play para olvidarme, qué voy, a irme a Etiopía a llevarle un bocata de jamón, joder, seamos realistas, somos tolerantes porque no nos queda otro remedio, porque no queremos otro remedio. Somos así”.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Llegó la Navidad, ¿no?

Veamos...

- nieva y hace frío
- no nos ha tocado nada en la lotería
- felicitaciones navideñas aparecen por doquier
- la tele nos inunda a anuncios de colonias
- el turrón es de esas cosas que no cambian de sabor (o lo pierden) con el paso de los años
- los niños ya no tienen colegio, así que vuelven a inundar los parques con sus abuelos
- ¿y si me pido aquella tontería tan mona para Reyes, total?
- ¡mamá! ¿por qué no se encienden las luces del árbol?

(si te has sentido identificado con al menos, tres de las situaciones anteriores, enhorabuena, estás en navidad!)



De todas formas, ahora sí, a todos:


¡¡ FELIZ NAVIDAD !!

miércoles, 18 de noviembre de 2009

-COPENHAGUE


TRABAJO DE DERECHO DEL MEDIO AMBIENTE-SECCIÓN DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO ACERCA DE LA CONFERENCIA DE COPENHAGUE DE DICIEMBRE 2009.


CONCLUSIONES DE LO EXPUESTO Y REFLEXIÓN PERSONAL

En los últimos años ha habido un crecimiento exponencial de la preocupación social por el cambio climático y el efecto de la emisión de los gases de efecto invernadero en la atmósfera como principal causa de dicho cambio. Esta preocupación se ha visto alimentada por los importantes desastres naturales y la gran cantidad de daños personales y materiales que ello ha ocasionado, aderezado por las millonarias campañas por parte de las entidades empresariales del sector y de los gobiernos de los Estados sobre los que principalmente recae la mirada del ojo crítico acusador. La raza humana se caracteriza entre otras cosas por la necesidad imperiosa de buscar responsables por todas y cada una de las situaciones desastrosas que nos rodean, y en la controversia sobre el cambio climático no se nos iba a presentar una excepción. Es este el motivo antropólogo por el que los Estados y sus Gobiernos, profesionales absolutos en la búsqueda de responsabilidades, se han señalado unos a otros con acusaciones más o menos acertadas referentes a los objetivos empresariales de uno y otro y aquel “bando”. Esto ha generado tal cruce de miradas y de enfrentamientos que ha llevado a las Naciones Unidas a intervenir, como el genial intermediador que está llamado a ser, creando una Convención Marco que se dedique íntegramente a mediar entre los Estados como un órgano al que todos deben respetar pero sólo obedecer si la dicha es buena para sus intereses, pues no tenemos más que mirar atrás para ver las numerosas convenciones destinadas a solucionar éste tema que hemos vivido (Bonn, Kyoto…).

Ahora, se nos ha presentado la Conferencia de Copenhague sobre nuestras mesas con un objetivo nuevamente ambicioso en el que todos los Estados miembros de la Convención se comprometerán a reducir sus emisiones para así lograr la armonía en lo que a contaminación y desarrollo sostenible se refiere. Todos veían con buenos ojos los objetivos aparentemente increíblemente altruistas y beneficiosos para toda la población mundial a costa de un esfuerzo de las grandes potencias contaminantes. Pero como toda estrategia gubernamental colectiva, ha originado nuevos conflictos y debates entre los dirigentes de los Estados y sus núcleos empresariales, y de los Estados unos con otros. Ahora mismo, a un mes escaso de la reunión que deberá sustituir y en su caso mejorar al Protocolo de Kyoto, los Estados Unidos nos sorprenden con una estrategia dedicada a sentar bases en Copenhague pero no un texto jurídico vinculante, que posponen a México 2010; a pesar de las manifiestas intervenciones de Obama ofreciéndose colaborativo con la Convención Marco de las Naciones Unidas. China por su lado se une a EEUU alegando que sin el acompasamiento del otro lado del globo no intervendrá de manera absolutamente favorable. Francia en claro paralelismo con el Consejo de la Unión Europea se entrega a la causa conjuntamente con Lula da Silva. Es de señalar según es mi criterio, la entrega de un país como Brasil, a la cola del desarrollo y sin embargo tan comprometido, me pregunto dónde estará la trampa, y buscando fuentes encuentro que Brasil es el cuarto emisor mundial de gases de efecto invernadero, pero al no contarse entre los llamados países industrializados no deberá comprometerse a la reducción del 80 %, así que con reducir el 36-39% que da Silva prometió, cumplirán con su parte, que lejos de ser lo que sin toda la información nos podría aparentar, no deja de constituir un compromiso a favor del freno a las emisiones.

Me gustaría ser crédulo y pensar que algún día las autoridades competentes harán una campaña de concienciación verdadera, lejos de los premios novel al cine Gore y de las panaceas protocolarias que prometen con espectacular asiduidad hasta el mes antes de las Conferencias, cuando empiezan las objeciones. La solución verdadera no llegará hasta que un texto jurídicamente vinculante, un Tratado Internacional, firmado por los 192 Estados de la Convención Marco, sea creado, con los instrumentos de derecho internacional público pertinentes y las exigencias de responsabilidad adecuadas llegado el caso de la infracción. El camino para lograr tal texto no estará despejado para el derecho internacional hasta que los intereses económicos no tengan un carácter trascendental menor en comparación con el respeto al medio ambiente o al menos hasta que los Estados no se abran de manera completa a una política de financiación como la que el Consejo de la Unión Europea, con mayor o menor acierto, ha hecho en el texto citado en el trabajo. Como digo, me gustaría ser crédulo, pero el escepticismo que infude la inseguridad política manifestada en visitas sorpresa de Rasmussen, las relaciones internacionales volátiles, la falta de información estática y la frivolidad empresarial que son mostradas día tras día en los medios de comunicación como un fenómeno mediático menos serio del que nos gustaría,  lleno de papeles de promesas rotos y firmas talonarias más extensas que los desiertos postforestales, me llevan irremediablemente a una esperanza como ciudadano puesta en un futuro, que ojalá no sea lo demasiado lejano como para que deseemos haber actuado antes.

sábado, 25 de abril de 2009

reencuentro

miércoles, 11 de marzo de 2009

extraña melancolía


No puedo con ellos, de verdad, es que no puedo. Mira que lo intento eh, yo me pongo musiquilla agradable, canturreo, molesto a los vecinos, pululo por la casa, hago cosas, me entretengo, mantengo la mente ocupada. Pero no puedo con días así. Aj.

Odio esto, hay pocas cosas que pueda decir que odie de verdad, pero con lo que sí que no puedo es con esos encontronazos de repente, así, sin más, de buenas a primeras, sin quererlo, sin pretenderlo, sin siquiera imaginarlo, con estúpidas emociones contradictorias y melancólicas. Las muy inoportunas hacen que de un día bonito, aprovechado (y aprovechable aún), soleado, brillante, ocupado, entusiasta, divertido... y demás calificativos optimistas y cargados de ilusión de que conozca se de contra un muro oscuro y viejo. Aj.

Al menos, aún me queda el gimnasio. Sí, arrastro los pies por la calle cuando salgo de allí y la gente me mira como si la palabra “derrotada” (o “pringada derrotada”) estuviera bien pintada en mi frente, pero entonces sí que canturreo por lo bajo y las cosas parece que vuelven a su rumbo de nuevo, aunque ya sea de noche y lo único que me quede por hacer sea estudiar (sí, estudiar más, y más, y más) y dormir (dormir menos, y menos, y menos cada día, o cada noche).

Algo es algo... ¿no?



P.D.: acuérdate de apagar la luz...

martes, 3 de marzo de 2009

-¡MIAU!

¡Socorro, mi perro ha dicho “miau”!, gritó la niña, asustada, aunque no demasiado, por toda la casa. No solían hacer demasiado caso de sus fantasías, pero ella siempre había sabido que aquel negro perro suyo era raro. Tan raro que no era un perro. Lo parecía, era igualito. Pero solo ella, cuando se sentaba a comer pipas en el bordillo del portal de su casa, con el animal sentado pacíficamente en frente, ella miraba sus ojos y sabía que aquello que tenía ante sí no era un perro. Al menos, no era un perro normal.

Comenzamos, pues. Este perro (que debemos ser nosotros) ha dicho miau (hola). Ándese con ojo, y bienvenido sea.


Pasen, y vean.
(Y el último, que apague la luz)