No puedo con ellos, de verdad, es que no puedo. Mira que lo intento eh, yo me pongo musiquilla agradable, canturreo, molesto a los vecinos, pululo por la casa, hago cosas, me entretengo, mantengo la mente ocupada. Pero no puedo con días así. Aj.
Odio esto, hay pocas cosas que pueda decir que odie de verdad, pero con lo que sí que no puedo es con esos encontronazos de repente, así, sin más, de buenas a primeras, sin quererlo, sin pretenderlo, sin siquiera imaginarlo, con estúpidas emociones contradictorias y melancólicas. Las muy inoportunas hacen que de un día bonito, aprovechado (y aprovechable aún), soleado, brillante, ocupado, entusiasta, divertido... y demás calificativos optimistas y cargados de ilusión de que conozca se de contra un muro oscuro y viejo. Aj.
Al menos, aún me queda el gimnasio. Sí, arrastro los pies por la calle cuando salgo de allí y la gente me mira como si la palabra “derrotada” (o “pringada derrotada”) estuviera bien pintada en mi frente, pero entonces sí que canturreo por lo bajo y las cosas parece que vuelven a su rumbo de nuevo, aunque ya sea de noche y lo único que me quede por hacer sea estudiar (sí, estudiar más, y más, y más) y dormir (dormir menos, y menos, y menos cada día, o cada noche).
Algo es algo... ¿no?
P.D.: acuérdate de apagar la luz...